en un mes voy a estar preparando la noche de año nuevo en lima con caro como compañera de viaje. hace un rato me mandó un mensaje para definir si vamos con agenda planeada o sin hacerla. a mí me encantan las agendas. llevo dos en simultáneo durante el año. se me mezclan un poco, a veces hay cosas que están en una agenda y no en la otra y me olvido compromisos, fechas de evaluaciones, cosas así. lo importante es saber que están y me estructuran.
entonces la idea de ir con itinerario a perú es una necesidad muy fuerte. también pensar en dónde me voy a quedar, cuánto tiempo, cómo conseguir café todos los días sin que se convierta en una odisea que termine en un sánguche de huevo con cereales hechos bebida a los que no me acostumbré nunca. no quiero renunciar al café. hay cosas que transo, culturalmente hablando. cosas que no. rememoro el concepto de hibridación cultural que estudié en literatura latinoamericana II allá por el 2010 cuando era una novata estudiante. el chiste es que las culturas transan, intercambian, como un proceso de mestizaje.
tengo un libro crítico de arguedas por ahí que trabaja ese tema y que me traje de allá. arguedas fue un descubrimiento hermoso cuando hice esa materia en la facultad. pienso si acaso fue la lectura que más cosas me dijo al oído. en ese momento tuve que analizar Los ríos profundos para un examen y esto es algo que mis alumnos quizás noten pero el resto del mundo no: soy muy fan de las novelas de formación. en algún momento yo me sentí también un personaje de esas novelas.
mi novela de formación en el escenario urbano de los suburbios fabriles de buenos aires, donde si vas por la ruta nacional, donde no hay un terreno verde en venta hay una fábrica de caramelos, o una plaza logística, o un barrio cerrado, o una escuela. en mi novela de formación, todavía ni nombre es maría florencia y tengo 10 años. recién me mudo a pacheco, mi mamá vuelve a trabajar de docente, mi papá ya está en un sector de oficinas en ford. es el año en que nace mi hermano menor, facundo nahuel, recuerdo la insistencia en ponerle esos nombres que de muchas maneras remiten ambos a la idea de tigre. facu bebé me vomita la ropa cuando lo alzo y me hace pis cuando le cambio los pañales. dormimos tres hermanos en una habitación. mamá y papá duermen en el living comedor y la cuna de facundo nahuel al lado de una mesa hasta que terminen de construir las habitaciones y el baño de la planta de arriba. mensaje al pasado: papá, mamá, nunca van a terminar de construir ese baño. la casa va a quedar por siempre incompleta, nosotros, los hijos, también nos vamos a ir.
a los diez años de edad, recién ponían teléfono de línea y televisión por cable en la casa donde vivía. a los diez años era el año 2000 y estaba a punto de estallar la crisis. hablo del estallido, porque la crisis en el hogar existía desde antes. mi papá guardaba monedas en un frasquito de gel vacío. eran las monedas para que con mis hermanos viajáramos a la escuela y él a la fábrica. las repartía a la mañana, a veces las repartía por semana y nos recordaba lo que le había costado conseguirlas. el trabajo que había para conseguirlas y que encima había tenido que ir al banco y hacer cola para cambiarlas. había crisis con las monedas, y esa crisis de las monedas para el transporte público iba a durar encima, unos años más.
cuando no estaba en la escuela me quedaba en la casa. no tenía grupos grandes de amigos, ni visitaba mucho a familiares. pero tenía televisión por cable y eso me había cambiado la vida. no me gustaba decir que no conocía cartoon network a los 10 años y un poco vi oye arnold por nickelodeon de más grande, para ver qué onda. había visto dragon ball tarde, en la televisón por aire y eso era un alivio de pertenencia. cuando tuve televisión por cable, ya no quería ver dibujitos y ya era un poco grande para eso. digo grande porque tenía el cuerpo grande pero no sé qué tanto había dejado de ser una nena. en vez de dibujitos, pasaba los fines de semana mirando documentales en discovery channel. era mi canal favorito. y mis documentales favoritos eran los de las investigaciones sobre las líneas de nazca.
como todo lo que siempre quise conocer, lo vi primero por televisión, todo lo que veía en un documental en otro país lo guardaba en el espacio destinado a las cosas que tal vez mi papá marino hubiera visto en alguno de sus viajes, pero no yo. me gustaba más escuchar las teorías sobre las líneas que la idea de ir alguna vez y verlas, porque lo creía imposible, ajeno, fantástico. algo del disfrute por el conocimiento estuvo siempre en mí, eso que parecía inaccesible por la vía tradicional. entonces, ver esos programas y conocer otros países por televisión, saber de historia -mi primera fuente era la memoria de mi padre, la segunda la televisión, nunca lo fue tanto la escuela- y por lo tanto una abstracción a la que podía llegar conversando o mirando documentales que iban desde caminos marcados a pie por sedientos indios entre espejismos en el desierto, hasta la improbable pero más eurocéntricamente aceptable ayuda de alienígenas.
por esas épocas el antes y el después del 2001, las navidades y años nuevos con asados tristes, estaban a la orden del día. siempre antes de poner la mesa o de esperar el conteo hasta las 12 de la noche de las fiestas, me quedaba mirando uno de esos documentales porque seguro que pasaban un documental sobre las líneas de nazca en discovery. este año nuevo voy a estar con caro en perú. lo que siempre fue para mí una experiencia a partir de la lectura, empieza a vislumbrarse como experiencia en el movimiento, en el viaje, en el cuerpo. estoy desesperada por llenar esta cuerpa de imágenes y de personas, aunque a veces soy muy intensa y asusto a las personas. el mes pasado estuve en perú y creí que me había quedado con ganas de ir al machu picchu, entre otras cosas. pero hoy ajusté la brújula de mi deseo y descubrí que el último capítulo de mi bildungsroman está en nazca.
y no me importa si las líneas no se parecen a las de los documentales. si soy yo el personaje de esta historia, si no soy esta heroína que creí alimentar, si no soy la blanca echeverriana de visita en un desierto ajeno haciendo la inversión de la cautiva y no importa tanto si el indio no me desea a mí. tengo que dimensionar mis poderes y aprender a usarlos, como me dijo una vez un profesor cuando estudiaba literatura. porque también es cierto, recuerdo, que siempre hay un maestro así en este tipo de relatos.