Hay formas y formas de escribir.Hay quienes cuya forma me irrita y me choca, así como también hay formas de escribir que son una delicia.Hay personas que escriben como si estuvieran degustando dulce de leche. Esas palabras son deliciosas, uno logra sentir el exquisito sabor de la idea acabada que se quiere transmitir, con letras encrucijadas, listas para ser deglutidas en en la boca primero y en el estómago después. Las oraciones que estas palabras forman son un manjar. Da placer leer y leer esa sucesión de palabras tan selectivamente puestas una tras otra, empalagosas como puede ser una repetición, como repeticiones, como repetir una y otra vez con el fin de llegar al lector de una forma pegadiza y tan dulce.Hay algunos que sos muy aniñaditos y qué forma más aniñada hay para escribir que con diminutivos bastante chiquititos, con palabras diminutas, pequeñas, como salidas de la boquita ínfima de un niñito que recién está empezando a hablar. Pero la forma que más odio es la forma vulgar. Los que se valen de adjetivos complicados, exasperan; los que usan con fin de estremecer vocablos fuera de uso, insignias de soberbia augusta, carecen de la habilidad que conlleva con ímpetu el logro de un texto bien escrito. También odio lo soberbiamente burlesco. Las formas gordas y pesadas de escribir, formas llenas de calorías innecesarias, dotadas de órganos reproductores y flujos corporales son merecedoras de ser aborrecidas por cualquier tipo de lector.Y llegando al fin de mis ganas de escribir, no he encontrado herramienta alguna para descibir mi forma de escribir, pues espero que los lectores sean quienes lo hagan.