jueves, 24 de noviembre de 2011

Preocupaciones de burgués

Quiero saber qué afecta o allana el camino hacia
la redención
de un alma estallada
entre fallos y cuchillos clavados
en las manos y los dedos
que sangran
pulgares e índices
destrozados
por un pedazo de sensatez
puesto en el dedo burgués de mi mano.

Estaba pensando en callarme
o decirte otra vez lo que dije
repetir insistir, perseguirme
entrar en el mundo imperfecto
donde uno asoma la nariz
y se anima a verse plagado de
vicios:
el amor en estos tiempos
no es accesible.

Es, en cambio,
un privilegio

del que no todos gozamos.


Inversamente recuerdo y olvido
y nostalgia y poesía
y los versos con rimas
pensar en palabras
dejar al azar esas
manías actuales
citar con frases
canciones suaves
canciones truncas
momentos célebres de
nuestras vidas célebres
parecen ser el precio que pago
por perder mis días
y cada uno de mis momentos
pagando un crédito
por enamorarme.

Confesarle a un sujeto que
uno lo quiere
es endeudarse.

Como comprar fondos vacíos
o bonos griegos
a un futuro hipotecario.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

En lo no dicho hablabas

Tus brazos colgaban como gotas de viento

chorreando en la gravedad al piso de patio

ví que pesaban sin tiempo

pero vuelven a vos

fragmentado


como la herrumbre colorada


sabés que hay distancias momentáneas

donde me paro semejante al miedo

lima el ruido la imagen de tus ojos

ríe un sonido que recuerda a otra morada

liga el momento con el otro

la sombra

o el rastro, o la nada


(no nos dimos cuenta)


diste un pasito

te diste vuelta

miraste al costado

con mirada errada

dijiste para adentro

algo imperceptible


(lo sé porque descubro

que callabas)


me cubro con el pelo la vergüenza

lo sacudo desterrando tu mirada

las lanzas en mi nuca se aceleran

para entrar en el cuerpo que entierro


para comerme el fuego y la llama


estaba oscuro, estaba solo, estaba

ruido pestaña y ojo

sincronizados y pesaban

mentían tiernamente un silencio poco,

podía detenerme y

ahí estabas


pediste por favor y lo jugaste

transformé tu imagen en balada

no hiciste más que aprovecharte

y me viste esa noche

desgraciada


perra, la noche estaba así

porque sacudo el polvo de los dedos

y traduzco tus ojos con mis manos,

los veo en verso y a mi antojo

los escribo, los reclamo, los beso:

¡NADA!


la noche es perra,

¡PERRA!

dijimos no, dijimos bien, dijimos nada,

¡NADA!

la noche es tanta

que te tapa la boca te la cierra en el exilio

escaparte correr la persiana

¡NADA!

y frágil se vierte en la jarra

el sonido del culto al olvido

pierde la noche sentido

se queda el grito clavado

en la garganta


que no dice nada


entonces vengo yo con un cuadro

de boca gruesa y colorada

a soplarte lo que da el escalofrío

a decirte

que no es tanta

la voluntad de no verte dormido

era quizás un olvido

miré para el costado y estabas.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Epistolar I

Escribo cartas porque me falta coraje. Entonces el remitente se vuelve impersonal (paradoja que te quema la cara) y ahí va la mano a la letra con haces de amarillo perforando unas pupilas ajenas llenas de luz y sobra.

Es tarde. Hace falta dormir más, soñar menos, soñar menos, soñar menos, soñar menos, soñar menos, menos, menos, atarle las patitas a los sueños y amarrarlos al borde de la cama.

Quiero, sin embargo, condenarlos a muerte y fusilarlos en la silla del comedor, pero no puedo.

Escribo cartas entonces, porque me falta coraje, y armas y manos y disponibilidades y las infinitas ganas de sacarme para siempre la crueldad de necesitar en serio pero no en realidad, el reflejo como imagen de tu imagen o de tus millones de imágenes, fragmentadas en imágenes del recuerdo que tengo y guardo de vos.

Quiero, a pesar de todas mis contradicciones, papeles, roles y papelones dejarme ser quien pueda darle fin a la cadena de pensamientos inconexos, pensar en vez en lo converso (de mi discurso), de lo difícil o en lo fácil, ¿qué importa lo fácil?, toda la liviandad con que respiro y saco para afuera un suspiro pequeño, escondiendo la enormidad de su sorpresa -aún de su tristeza- cuando dejo de ser para pretender serte, ser otra, para ser por fuera de tus imágenes infinitas, me recuerdo en una obviedad estúpida, en la que nada de lo que digo, nada pudo haber sonado convincente, ¡pero claro! A quién se le ocurre escribir en verso y que a una la tomen en serio.

Escribo cartas entonces, porque me falta, me falta algo, diablos, me falta algo irrenunciable y me falta porque no lo tengo, porque no lo puedo, porque no consigo desgarrarlo, aprisionarlo o morderlo o estrujarlo y zamarrearlo bien fuerte y escribo cartas porque sé que puedo escribirlas sin necesidad de enviarlas. El descubrimiento literario del siglo; bien, Flor, bien. Menos mal que estudiabas literatura.

(Me escribo cartas porque me falta coraje. Entonces el remitente se vuelve demencial.)