domingo, 25 de marzo de 2012

Un nocturno

Despertarse y verse tirados.
despertarse y asirse los huesos,
besarse los párpados,
tenerse los dedos
mirándose de mano a mano,

atados de cuerpo a cuerpo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

¿Se dice "poeta" o "poetisa" mala?

Ayer tenía unas ganas irrenunciables de sentarme a escribir. Resulta que me pasé durante un par de años escribiendo poesías como quien tira manteca al techo: poesías para comer, poesías para llorar, poesías para enamorarme y poesías para hacer de cuenta que me desenamoraba. Poesías para subir al blog, en definitiva. Pero ayer quise escribir en prosa, porque me harté de escribir poesías. Se me están volviendo todas la misma cosa, una masa llena de cursilería y de rimas que salen sin querer; la poesía se me volvió inconciente. Empecé a repetir todas esos detalles que durante mucho tiempo traté de convertir en un método de escritura poética donde podía decir (y con esto, claro, escribir) sobre cualquier tema del mundo que se me cantase. Poesías para comer, poesías para llorar, poesías para enamorarme… La verdad es que todas estas poesías siempre fueron la misma cosa, por más que me esfuerce y le rece cada noche a la estampita de San Freud creyendo lo contrario, de a poco (y eso que pasó más rápido de lo que pude llegar a pensar) me fui haciendo fanática de las metáforas, de los falos y de las mujeres violentadas. Claro que en todos esos poemas, más bien: en todos esos fragmentos de la misma cosa, yo, yo poético, sujeto de enunciación, estaba atravesada por la misma rabia esquizofrénica, porque había caído en el peor de los sucesos de la posibilidad creativa: la automatización de mi escritura. Era así, me sentaba frente al papel, y me largaba a escribir. Tenía un par de palabras que repetía siempre, le agregaba algún que otro diminutivo, un nombre propio, dos o tres formas diferentes de decir “pija” sin nombrarla -y otras nombrándola-, un poco de odio y resentimiento, además del lugar común del desencuentro y el desamor, o quizás hasta del amor,“ese invento cotidiano…” y voilà!: otro quappi-poema cliché.

Pero qué pasa. Ayer, que tenía unas ganas guturales de ponerme a escribir, eran las mismas que me gobernaban cada vez que siento un malestar poético (y me cago en la puta madre). Ponele que eso que escribí, ese “texto en prosa”, no fue otra cosa que una de las otras formas de mi inconciente disfrazado de escritor guacho pistola llamándote la atención. El disfraz de un escritor bastante homosexual, de hecho, porque escribir sobre medias sonrisas, sonrisas regaladas, besos que me dabas y no sé qué ridiculez más, ¿qué clase de prosa de mierda es esa? ¿Por qué, si quiero sentarme a escribir, no puedo, no me sale otra cosa que las ganas de decirte: esto, que traté de escribir de otra manera, lo escribí pensando en vos?

Mátenme, mátenme de una vez que al mundo NO le hace falta poetas malos, al contrario de lo que pudo haber llegado a sugerir alguna vez Fogwill. (Que, sin desmerecer, tiene en Muchacha Punk uno de los arranques más rosas que en la vida jamás leí. Y sabelo que lo leo y acabo.)

martes, 20 de marzo de 2012

La misteriosa desaparición de la sonrisa y todo lo que eso engendró

Tengo una habilidad, o una maldición. Parece ser sobre todo lo segundo, te digo cosas que caen como lanzas y a veces te penetran como navajas; mis navajas: tengo algunas.

¿Te das cuenta que es difícil? La palabra me cuesta. Me sale fácil, pero siempre me cuesta. Pierdo noción de lo que significa enunciar, de lo que significan mis enunciados y todo lo que creo, todos mis sistemas de creencias y mi fe en el lenguaje se caen como… como un desliz que se olvida de la gravedad, y de la urgencia.

No logro recordar en qué pensaba cuando volvía a mi casa, fui a trabajar con una media sonrisa que me quedaba de anoche, que tampoco fue un buen día, quizás lo reprimo.

Lo que sí, había una mueca, tenía el labio lastimado también, puede que haya sido eso pensándolo bien, porque mis nervios me atacan en forma de sarpullido. Nunca desconfié del poder de la mente sobre nuestros cuerpos.

Noto de a poco que se me quiebra la sintaxis. ¿Será culpa de mis navajas? Me las olvido y a veces vuelven a aparecer atravesadas en la garganta haciendo un gran esfuerzo por salir, pero no las dejo, entonces las palabras me salen partidas, y muchas veces bañadas de sangre.

Me había quedado en la media sonrisa. Nunca una completa, ¿no? Siempre faltan cinco para el peso, no me falta nada, pero si me falta suele ser siempre cinco. Estaba haciendo la cola en el banco para retirar una tarjeta, y en esos lugares es fácil colgarse mirando, porque el tiempo es pesado (y más denso que lo que acostumbramos hacerlo vos y yo) y no me quedó otra que seguir mirando. Un reflejo, a la derecha, sobre el vidrio que separa a los cajeros automáticos de la burocracia, cuando noté la mueca que se estaba desgastando. Vi mis labios sonreídos apenas un poco. Me preocupé. “Debe ser culpa de todas esas palabras que no dejo decirles”, pensaba. ¿Por qué? ¿Qué clase de castigo les imparto a esos pares de músculos que con tantos placeres llenan mi boca, y con tantas desgracia, también los vacío? ¿Qué clase de gesto es una sonrisa por la mitad, una sonrisa mediada por la nostalgia, retardada por lo fragmentario?

Todavía no puedo acordarme qué pensaba cuando estaba caminando de vuelta a casa, y estoy triste porque en ese esfuerzo se me dio por fruncir el ceño como una escultura, y lo que quedaba de esa apenas sonrisa, se desvaneció por completo.

Puedo dar una explicación al respecto, pero la desaparición de la sonrisa sólo puede resolverse por partes.

1. Es tu responsabilidad material e intelectual. En todo esto se esconde una moral, porque si estaba ahí, es tu culpa, y si ya no está.. qué más da.

2. Fuiste haciendo sonreír mis labios a fuerza de darme besos como créditos, ahora veo que no los puedo pagar, se espantan, morosos, y rehúyen del espanto.

3. Yo no tengo nada que ver con lo que digan cuando en mi cara están tus sonrisas.

4. Mi boca me es ajena, pero te juro que la sonrisa, antes, ahí no estaba.

5. La sonrisa estaba con los labios cerrados, es decir, tocándose, pegados. No dejaban pasar palabras, pero tampoco es que pudiera uno hablar para sus adentros en voz alta.

6. Y puede que se haya aburrido de quedarse esperando al costado. Los últimos días la había visto sentada en mi comisura derecha, se le daba a veces por subir hasta la mejilla, pero nada más.

7. La sonrisita, aunque sea media, cuando se contempla a sí misma, así de bastarda, se asusta frente al reflejo, y se desvanece.

El problema con todo esto, si es que pudiera llegar a preocuparme, son las navajas; les temo con miedo fanático. Si no empiezo a cambiarlas por las palabras verdaderas, en mi boca va a quedar lugar apenas para los silencios incómodos.

domingo, 18 de marzo de 2012

Precauciones

Alguien puede besar
los ojos de otro alguien
pero nadie se los va a llevar
nunca.
Nadie puede sacarle los ojos
a alguien,
así que no te alarmes
ni te preocupes
ni te ocupes en ocultarlos
ni te ensañes en abrirlos
ni te esmeres en cuidarlos,
(dejame
eso
a mí)

Nadie puede besar
los ojos de otro alguien
porque alguien se los va a llevar
siempre.

(y es preferible,
en cualquiera de los casos
que me dejes hacerlo
a mí
para que no te alarmes
ni te preocupes)