jueves, 2 de julio de 2009
Inquietud
Cuando quería decir sabía que la voz no estaba inquieta. Cuando te vi, sin embargo, se multiplicaron esas cuerdas vocales bastardas y la conspiración orgánica comenzó a actuar. Sabían que tarde o temprano los sujetos imaginarios van a despertar y mirá que estaban bien enterrados!
Eran cobardes, bueno, pero yo también lo era. Ya se hacía incómoda la convivencia de personas que no eran con personas que tampoco eran, con voces que nunca eran ciertas. Lo que dicen es de repente inválido, no hay raíces tan profundas para enterrarse en mis ojos tus monosílabos inconclusos.
Mirarte es matarte un poco, sí, matarte porque eso me sale bien, matarte ejemplarmente para que el resto no lo sepa: que aunque quería decir, sabía que la voz no estaba inquieta.
Casualidad, sí, buscaba una casualidad y sigo buscándote entre excusas de otras casualidades inmediatas pero ya pasó bastante tiempo y la voz se me hace grande, traspasa de a poco las vocales y consonantes sordas y tu imagen se hace grande porque recuerdo tu perfil, con tu nariz de seda por cierto, y se expande porque no deseo que se caiga de ningún modo.
Y es verdad que estoy manipulándome, persuadiéndote desde el silencio, ya lo sé.
Y es verdad que estoy haciendo tiempo, mis falacias son mortales nuevamente.
Y es verdad, no aprendí a seducirte pero mira que lindas estas palabras que vomitan de cliché y cursilería, que hasta son tinta roja apresurada. Escribiéndote a vos, o sin voz la tuya se la tuya se me apreta en la frente porque finalmente cuando quería decir sabía –irremediablemente- que –por suerte- lo voz –ahora- estaba un poco inquieta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario