miércoles, 10 de noviembre de 2010

I no estás

No espero que entiendas

que las palabras cuando hablan,

queman.

No hay tiempo de a dos para nosotros.

Porque no viene en paquetitos

Ni con indicaciones

si se pierde.

Por eso cuando tiempo i palabra

convergen,

detonan.

Como vos, que siempre venís del futuro

I yo, que apenas me siento presente.


Lo que sí, podemos ir a cualquier lado.

Porque decir cualquier lugar es decir nosotros siempre.

Y decir a dónde

es no vernos nunca


Pero vos te vas i me decís que sí.

Un sí afirmativo i acentuado que me retuerce la mirada.

I sin quererte menos por esto, te reclamo en la obviedad

poniendo sombras en las íes

en vez de poner tildes

tapo los agujeros que dejan tus gusanos porque

miro por la ventana i no están ahí las íes.


Te las llevaste cuando dijiste tantas veces, que ya no puedo concebir

una i que lleve acento.


Me dejaste en el desastre, a la suerte del qué dirán

esos que pasan i desde abajo miran

entre la cortina i dicen

“A esa chica le falta una i”.


¿Y qué voy a hacer? Pienso i me respondo.

Nada voy a hacer, esa y griega no me sirve, necesito una i latina

acentuada con un tilde


que no está.


No está su cuerpo firme apenas inclinado a la derecha,

ni su forma de tobogán que me recuerda a la infancia


como infancia que empieza con i, esa i que me falta

i que no consigo arrancarte

porque me dejás con una "y" griega y tres puntos suspensivos


que para qué los quiero.


De qué me sirven si no tengo tu í con tilde, tus acentos pronunciados en voz alta,

tus grafías de tinta azul trazo fino, decime para qué quiero yo

tus "y" griegas con sus tres puntitos suspensivos…


Si ya no puedo ponerle mis acentos a tus íes.

El amor en los tiempos de toma


Los que digan que la esperanza está perdida, como Clarín, mienten.


Tesis


Será preciso ubicarlos en un tiempo histórico

preferentemente dentro del materialismo dialéctico

para encausarlos en un año donde el mundo era el re-verso.

Supongamos que dos entes

antológicamente situados

en mesas contrarias de militancia

por alguna divina razón

se encontraron.

Ana, la del Bloque, tenía veintiún años.

Se estrenaba partidaria hace pocos meses,

y se habían cumplido diez cuando…


…bueno, cuando pasó lo que todos sabemos y contamos.

Quienquiera conocer al Tano

debería saber primero que no era simpatizante

ni del MAS ni del Partido Obrero.

no creía en la Juntada ni en la Democracia obrera

detestaba a la Franja morada

y a la izquierda socialista,

y ni hablar del pe-te-ese.

El tano era oficialista. Por así decirlo y sin rodeos.

El tano, el de La Cámpora.

El peronista.

El enemigo interno.


Antítesis


Remontémonos a las míticas luchas

obrero-estudiantiles

y pensemos que no es el caso

en el que se atrajeron dos opuestos.

Sino más bien lo contrario.

Porque la experiencia lo confirma,

en el año 2008, esta historia ya había pasado.

Y no estoy hablando de dos marxistas

ni de dos trotskos o dos peronistas.

Me refiero a que dos clases

(porque clases es la palabra que comparten

pero le podemos sumar también lucha

así somos todos iguales)

ya se habían encontrado.

Porque Ana, oh, Ana, estabas en el cebecé cursando filosofía

cuando lo viste entrar hablando de una deuda externa que se iba a cancelar

Y vos pensabas “qué deuda, que la crisis capitalista la paguen los capitalistas”,

y así cada vez que lo escuchabas pasar, porque realmente lo odiabas

a él y a su forma de decir “nosotros”

Cuando no estabas incluída.


Síntesis


El tano de La Cámpora, el inmigrante kirchnerista.

Ya que estamos en contexto, podemos decir de él

cualquier cosa

como decir que nunca lo conocí, ni lo ví pasar por ningún pasillo

ni me lo crucé en ninguna marcha.

Porque claro, nosotros los que luchamos

tenemos claro cuál es el enemigo.

Todo es grupo, todo es falso, y aquel, el que está más alto, es el gobierno corrupto, populista, hipócrita y falso socialista, que manipula y extorsiona, que reprime y dónde está Julio López, que los presos políticos y que mirá Cristina, qué popular…

(...es el gobierno con más presos por luchar).

Pero él, “asignación universal por hijo, compañeros, la ley de medios, el matrimonio igualitario”…

La burocracia sindical…

(Pensó Ana)

Los pobres obreros de Paraná-Metal…

(Pensó él)

Se cierra la lista de oradores.

(Dijo el otro)

Y una vocecita un poco alejada,

remotamente predecible

(Porque era una no agrupada)

después de la asamblea, cuando casi todos dormían

y sólo algunos quedaban despiertos

Dijo:

“Ana, él es el Tano, de historia.

Tano, ella es Ana, de filo.”

Y tanto Ana como el Tano vieron que llevaban consigo

los tres estigmas de la lucha:

el morral,

el mate

y el panfleto.

Nada se dijeron.

Pero se cuenta por ahí que una sola bolsa de dormir

Bastó para los dos esa noche.

ache muda



Vení a buscarme a las ocho,
ache muda, no me dejes relegada
que esta noche es ache muda.

Bastaba con que fueras a pasear al perro

Pero

dijiste hoy

y si la ache es muda

digo un oy

que es un ruido y nada más

porque era ayer

y si la ache es muda y la y griega no es

es haier

Un infinitivo defectuoso que se espanta de tu boca cuando no lo busca,
pero encuentra al deforme vocablo del “haier” que dice “oy”.