No espero que entiendas
que las palabras cuando hablan,
queman.
No hay tiempo de a dos para nosotros.
Porque no viene en paquetitos
Ni con indicaciones
si se pierde.
Por eso cuando tiempo i palabra
convergen,
detonan.
Como vos, que siempre venís del futuro
I yo, que apenas me siento presente.
Lo que sí, podemos ir a cualquier lado.
Porque decir cualquier lugar es decir nosotros siempre.
Y decir a dónde
es no vernos nunca
Pero vos te vas i me decís que sí.
Un sí afirmativo i acentuado que me retuerce la mirada.
I sin quererte menos por esto, te reclamo en la obviedad
poniendo sombras en las íes
en vez de poner tildes
tapo los agujeros que dejan tus gusanos porque
miro por la ventana i no están ahí las íes.
Te las llevaste cuando dijiste tantas veces ví, que ya no puedo concebir
una i que lleve acento.
Me dejaste en el desastre, a la suerte del qué dirán
esos que pasan i desde abajo miran
entre la cortina i dicen
“A esa chica le falta una i”.
¿Y qué voy a hacer? Pienso i me respondo.
Nada voy a hacer, esa y griega no me sirve, necesito una i latina
acentuada con un tilde
que no está.
No está su cuerpo firme apenas inclinado a la derecha,
ni su forma de tobogán que me recuerda a la infancia
como infancia que empieza con i, esa i que me falta
i que no consigo arrancarte
porque me dejás con una "y" griega y tres puntos suspensivos
que para qué los quiero.
De qué me sirven si no tengo tu í con tilde, tus acentos pronunciados en voz alta,
tus grafías de tinta azul trazo fino, decime para qué quiero yo
tus "y" griegas con sus tres puntitos suspensivos…
Si ya no puedo ponerle mis acentos a tus íes.