sábado, 14 de abril de 2012

Intención de cuento

Decir que éramos como el agua y el aceite es decir poco. El caso es que yo flotaba sobre él como si fuera la densidad misma y mis moléculas se desplazaban y se volvían a configurar como una película protectora de su superficie.
Eso es lo que ocurría cuando nuestra materialidad (es decir, nuestros cuerpos) entraban en contacto.
También me causa sorpresa notar que la transformación de nuestra existencia fue como un desplazamiento líquido, y que además fue pura casualidad. No puedo acordarme del momento preciso (la obsesión y la nostalgia casi lo transforman en un mito) en el que empezamos a mutar; la conversación debe tener algo que ver con esto, porque puedo recordar un sinfín de pasados en forma de constelaciones, traducidos en voces mentales de los diálogos que tuve con vos.
Siempre fue una voz, además. Esa caricia constante y fonética, la entonación particular que se desprendía de tu sintaxis, que me decía "es la construcción ideológica de tu cuerpo, gila."
Entonces quise escribir otra historia, porque ya me cansé de convertir a tu voz en cuento, pero tampoco sabía por donde empezar, así que otra vez tengo que recurrir a esa metáfora pelotuda del agua y el aceite, porque a decir verdad, tampoco se trata de "lo blanco o lo negro" (aunque algo tiene que ver, aunque desde otro punto de vista, con "culo y calzón", y con otras tantas que por pudor no recuerdo).