Un nombre, un color, un tiempo,
Una estación del año,
Un estado climático, una hora,
Una palabra, una acción, un deseo…
¿Quién hubiera sabido que sin querer iba a cambiar todo? ¿Ellos? Si a nadie parece importarle…
Los sentimientos abruman y pesan y cansan. Pero ella, Rebecca; ella los sabía engañar.
Ya eran las diez y media de un viernes aburrido. Tenía la noche resuelta en soledad. Se ponía a pensar, volaba hacia el infinito y volvía tantas veces como fuera necesario para poner su mente en blanco y olvidarse de todo.
Rebecca soñaba y deliraba. A él no lo conocía mucho. Pero ambos querían perder la memoria por un rato, y juntos podían ser primavera.
Que tristeza la de ellos, que ahora era necesidad…
Se había hecho las once y dos solitarios se encontraban en un bar.
Daba lo mismo hablar o no hablar, había que llenar un vacío y no sabían cómo. De las formas que conocían ninguna había funcionado.
Tenían miedo. ¡Pero eran personas nuevas, eran un par de perfectos, imperfectos extraños! …No eran lo que habían encontrado.
No era amor, no; no lo habían buscado pues. ¿O sí?
Tampoco importaba, era superar el momento, un mal momento, cuando nadie parece querer aparecer.
Tan sólo se miraban hasta que se les cansaba la vista. Se abrazaron hasta que les dolieron los huesos.
Eran dos extraños conocidos, eran introvertidos, eran solitarios. Y entre ellos, Rebecca, de musculosa. Afuera hace frío. Mejor quedémonos acá.
1 comentario:
. Tenía la noche resuelta en soledad.
ay!
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