domingo, 21 de octubre de 2012

De falos y otras recurrencias



¿Ceder es como rendirse? No escucho a los otros que me dicen que tengo que dejar de renegar de mi status de mina mala onda porque no me queda bien, al parecer hay maneras de verme en las que suelen pensarme con cada fulano que se cruce por mi camino. Porque sucede que mi mejor amigo me dice: “Dale bola a este chico, es bueno, es fachero, estudia en la universidad. Es bueno, dale una chance que es bueno.” Pero yo no quiero a fulanito, como querer se quiere con deseo, y aunque me insistan yo voy a seguir pensando que este fulanito es bastante problema para cargar con un esfuerzo de enamoramiento inabarcable. Yo no quiero rendirme, pero tampoco hay redención. Somos almas caprichosas las que, según la teoría de mi amigo, “evitamos a los chicos buenos”, porque no, todos son buenos (y boludos) hasta que demuestren lo contrario, pero hay cada cara de ángel que mamita querida, ¿tendrán pelos ahí abajo? ¿Me van a saludar y sin vergüenza sentarse al lado mío para invitarme un café, porque sí, porque intuyeron que yo soy poeta y quieren que les escriba, que los inscriba en mi mundo de nostalgias apiladas para llevarse el souvenir? No me cabe duda de que sean buenos, esos que dicen que son buenos, yo también lo sé. Y yo también soy buena,  y a los gritos, le decía el viernes a otra amiga mientras volvíamos de una noche de poco movimiento que porque la vida es injusta, en el mundo las personas buenas nunca se encuentran y por ser buenas terminan con personas malas lamentándose, porque a los buenos no los registramos por buenos y adaptados a la normalidad como una moral inherente a esa bondad que nos hace creer que son quizás, demasiado buenos, tal vez, demasiado boludos. No quiero volverme más caprichosa, sé que mis deseos están bien fundados y que si me sonrío sin querer cuando me cruzo en la escalera a un ex que no saluda significa que ese deseo fue el infundado y que el que se quedó con la mirada perdida otro día, otro mengano, también cruzando miradas, estaba pensando en que su souvenir ya no lo leo en ningún café literario. Ceder no es como rendirse. Por ejemplo, hoy no hice nada y llovió mucho, y eso que pintaba un día fantástico, el sol a pleno cuando nos despertamos y abrí la puerta para que entre la brisa calentita mientas la tostadora hacía el “clang” característico que me avisa que soy una colgada y que si no fuera por eso mis tostadas se hubieran quemado, en ese momento en el que pensé que qué lindo día, la lluvia vino como una premonición porque en la tele, no me acuerdo en qué canal estaban pasando una de Hitchcock y me di cuenta por la música, me emboté, me perdí, hice una lista de exs y los mandé a todos a la mierda al mismo tiempo, y me pregunté si todos esos chicos que me invitaron a salir alguna vez y yo no les dí pelota pensaron alguna vez que ahora yo me regodeo con poemas pero no por ellos, y que mi karma me persigue como un mal karma, quizás, desde aquel día en el que dejé a mi primer novio en el colegio y se puso a llorar en la hora de literatura. ¿Casualidad? No lo creo, pero en ese momento tampoco lo pensé.
Deberían saber que lo dejé porque yo le escribí un poema y él no quiso leerlo, y yo me ofendí, pero teníamos quince años, ahora tengo veintitrés y sigo preguntándome si el mal más grave, si la falta más mayor en la vida es siempre perseguir algo que nos excede por hacernos los que soñamos más y  que ahora me la doy de intelectual porque voy a congresos, y sobre eso hoy otro amigo me dijo que “con cuatro materias debés tener la cabeza recontra nerd ahora mismo, mirá si te va a importar algo, pero eventualmente el cuerpo te va a pedir pija”. Y aunque de por sí mi cuerpo es un monumento a la sublimación del sexo y no tengo tapujos a la hora de hacer uso de ese poder, sé que puedo romperme la cabeza contra la pared tratando de entender por qué, ahora mismo, me pregunto si ceder significa rendirse porque yo no quiero afrontar que me deshice sin mayores problemas de los chicos más buenos del mundo por pensar que yo era demasiado buena; en realidad me rompieron el corazón un par de veces pero ahí reconozco que la culpa es de uno, como dice Mario, porque si vos vas y te buscás a la mismísma reencarnación del rey de los pelotudos, nena, ¿cuándo vas a aprender que la guitarrita no garantiza un pack completo? Vuelvo a intentar pensar en el fulanito y sé que inevitablemente no puedo parar de pensar en las otras reencarnaciones.
Nota mental: en las próximas reuniones de “chicas solamente” evitar jugar al verdad consecuencia. Tarde o temprano esa lista de penes le va a llegar a cada miembro. 

2 comentarios:

Xaj dijo...

¿En qué habremos de reencarnar
mañana?

Es que, si somos retazos
de una tela que alguien
-o nadie-
cortó,
si cada encuentro
es un presagio
o una consumación.

Sí,
por qué entonces,
aquella angustia
que emerge
tan a menudo.

Mercurio dijo...

Para mí... si puedo dar mi opinión, no hay que rendirse, pero ceder no es como rendirse. Hay que ceder ante el deseo, y no rendirse nunca en la búsqueda que te hace realizarlo.
http://egodemercurio.blogspot.com.ar/2011/06/silencio.html