martes, 2 de abril de 2013

Latte grande




¿No te pone triste, 

no te da dolor? 
¿La crueldad de unos con otros, 
la sombra del rencor? 



No estoy triste.
Sólo me gusta escaparme,
chocarme,
salir a caminar
gastarme las suelas cuando estoy meditando.
Suele pasar después de un rato
sobre todo cuando me despierto en la superficie
del que me invitó hace un rato a recorrer su mundo.
No hay pena ni gloria
en caminar sola
por eso lo elijo.
Quise desprenderme de los cuerpos
para hacer del mío algo más mío,
y caminé
para recuperar el aliento
en un día feriado.
Arriba no hay nada nuevo
y el piso también está nublado.
Las personas tienen una temporalidad distinta
en la calle
que en la cama,
porque en la calle nos chocamos
y nos vemos irnos, 
pero nunca nos vemos acabar.
No pasa nada. Es cotidiano.
La sonrisa de la chica del mostrador también.
Yo no estoy triste.
No me pone triste
y no me da dolor.

Soy el género femenino de la palabra patán,
ya lo sé.
Pero los días amargos tienen este sin razón de ser

que me saca de quicio
y me siento sola.
Terriblemente más sola
que cuando decidía buscar una noche en la distancia
un revés de camisa de hombre del que preferí huir.

Latte grande,

con espuma
para que me borre el sabor  a plastilina de la lengua
porque
siempre pensé
que el sexo también tiene gusto a juguete.

Beso mucho, escribo poco.
Es que las cosas destinadas a sentirlas
me empecino en evitarlas.
Por eso mezclo azúcar y edulcorante
en el Starbucks de Acoyte.
Muy posmo, ¿no?
Me gusta escaparme,
chocarme,
ponerme a pelear.
Y patear un rato sola
refregándome la soledad en la que me suscribo
después de cada polvito express.
No me pone triste.
No estoy triste.
No me da dolor.

1 comentario:

augusto enrrique dijo...

aunque lo repite una y otra vez cuesta creer que no

interesante, me quedó esta frase

"porque en la calle nos chocamos
y nos vemos irnos,
pero nunca nos vemos acabar."

saludos flor