domingo, 26 de mayo de 2013

Las pibitas de letras


a Peperina
y a Proserpina

Conversando con varias amigas
todas fanáticas de la literatura
todas estudiosas y algunas escritoras
otras más o menos peleadas con las hojas y con los escribientes
coincidimos en que las minitas de letras
tenemos la pulsión de analogar todo acontecimiento de nuestras vidas
con una majestuosa escena de novela sentimental.
Crecimos leyendo a las hermanas Bronte y odiamos como Catherine 

a Heathcliff y lo amamos entredientes.
Queríamos que cada momento de cruzar la calle
fuera un episodio en cámara lenta
como una vuelta de página donde 
en el renglón siguiente
la aventura de nuestras vidas se develara
con posar la vista sobre la hoja,
y la peripecia avanzara
sutil, desencadenante
de otras fantasías
que subseguirían
al delirio anterior.
Queríamos no casarnos pero sí que nos propongan matrimonio

antes de los 25 para no sentirnos fracasadas como Elizabeth Bennet
o no quedar embarazadas pero sí la tensión
de la ola de Virgina Woolf.
Cuando queremos, lo hacemos con la nostalgia de Alejandra
y soñamos con el mar como Alfonsina,
porque somos fanáticas del tánatos a full
tanto como de la pulsión de vida.
"A nosotras nos cagó la literatura"
me dijo una amiga.
Cuando nos vestimos combinamos los colores

como los trajecitos de Werther
porque quizás nuestro propio exterior sea también una experiencia estética
única e irrepetible
pero sin embargo queremos
que nos vean el interior (grawr) todo encorsetado
o con encaje
antes de que nos lleven a la cama 
y que no nos digan que somos su putita
pero pensarlo, monologarlo, después escribirlo en verso
y tener la satisfacción de haber sido una putita novia de Maldoror
y queremos tener la tanga siempre linda, siempre lista,
el anotadorcito con flores en la cartera también siempre en blanco, 
la cita del capítulo 7 de Rayuela en algún cuaderno de la infancia,
la novelita que queremos escribir pero que no escribimos,
la idea de vivir una aventura con el vecinito de enfrente,
con el primo de tu mejor amigo,
con el padre de tu mejor amiga,
la necesidad constante de combatirte en tus propios delirios,
y no es que no queramos a nadie o que no nos enamoremos en serio
o que nuestro cuerpo no responda cuando en vez de decir hacemos
un guiño o deslizamos el vestido por sobre la pierna
o escribimos un poemita en un blog.
La esquizofrenia diaria de todos los días,
es sana.
Las pibitas de letras estamos perdidas
en una nube de pedos,
pero queremos.
Siempre queremos.

sábado, 25 de mayo de 2013

Poeta para qué


¿Te preguntaste alguna vez qué querías?
¿qué queremos con esta sutil verborragia de todas las tardes?
¿con ese café de la mañana cuando te vas al trabajo?
¿con esa tostada a medio comer antes de agarrar las llaves?
¿te preguntaste alguna vez qué querías cuando eras chico?
¿cuando te lavabas los dientes por obligación?
¿cuando sentías que cualquier mundo maravilloso entraba en cualquier lápiz?
¿te preguntaste alguna vez qué sentía tu madre cuando te cocinaba la cena? 
¿te preguntaste alguna vez qué sentía tu padre cuando la veía llorar en el comedor?
¿te preguntaste alguna vez qué sienten tus hermanos? ¿tenés hermanos?
¿te preguntaste?
¿te preguntaste a qué edad querías ponerte en pareja? ¿para siempre? ¿lo lograste? ¿y te quiere?
¿cogiste mucho en tu vida? ¿cuánto es mucho y cuánto es bueno, te lo preguntaste?
¿te preguntaste siquiera si querías esa vida en pareja como la de tus padres?
¿te preguntaste si querías enamorarte?
¿te enamoraste? ¿lo volviste a hacer?
¿te preguntaste con qué frecuencia calentás a otras personas en el bondi?
¿o en la calle?
¿te preguntaste si el amor se encuentra en tu foto de perfil?
¿te ratonea algún profesor? ¿te lo garchaste?
¿querías volver a escuchar esa canción el domingo antes de irte a dormir y acostarte solo?
¿querías terminar la secundaria, la licenciatura, el doctorado, te lo preguntaste?
¿querías un ubacyt o un master en la USAL?
¿querías ser docente y luchar o profesional y distinguido? ¿se puede ser las dos cosas?
¿y el arte?
¿querías tener un celular smartphone, cuando eras chico?
cuando te metías en una caja de cartón y era una nave espacial,
cuando la vecinita de enfrente era hermosa y jugaba con vos,
cuando los árboles eran amigos, 
cuando los amigos eran hermanos,
cuando el futuro era una posibilidad remota e incierta
entre tantos caminos que se iban marcando con las ruedas de tu bici,
cuando los pasos se gastaban entre cordones desatados y muñecos,
cuando mojabas las galletitas dulces en jugo tang,
cuando escribías cartas de amor,
cuando estabas solo e imaginabas
cuando hacías la tarea
cuando hacías pis en la pileta
cuando se te enredaban el pelo y los piojos.
Yo quería ser astronauta como todos los chicos de mi edad.
Pero yo era chica, entonces me tuve que adaptar,
porque las chicas no escribían cartas de amor
ni se ensuciaban los zapatos en el fondo de casa con barro
ni se quedaban despiertas hasta tarde mirando películas.

Ahora me sigo preguntando
si alguna vez iré al espacio,
si alguna vez seré hermosa
si alguna vez seré madre

si alguna vez seré poeta para alguien.

domingo, 19 de mayo de 2013

La del Escandinavo



¿Nunca te hicieron la del Escandinavo? 
Yo fui un par de veces, un par y nunca más. 
Hace mil que no voy, lo extraño -me dijo María
y yo le dije que también, porque 
la última vez que fui al Escandi, ni entré.
Es que enfrente hay un telo muy conveniente
al que tampoco entré.
Pero pongámonos serios, 
¿quién no tiene una excusa bajo la manga
cuando se trata de un levante?
Quiero tener una excusa tan buena como el Escandinavo
y decirte que te bajes del colectivo conmigo la próxima vez.
Basta con asomarme en tu hombro
y que lo notes con la fuerza de una ráfaga de lluvia,
como si fuera una inundación que está por salirnos de los cuerpos,
cuerpo voz que se afloja en las manos nerviosas sobre los muslos tiesos,
pensar en las palabras que voy agotando
y las excusas cada vez se vuelven más pocas.
Si vuelvo a rozarte el hombro, si querés tocarme el pelo, 
yo te voy a decir que te bajes conmigo, 
y después vemos.



jueves, 16 de mayo de 2013

The walk of shame


Yo llegaba con la misma ropa de ayer y 
tenés la misma ropa que ayer 
me dijo y
él llegaba con la misma ropa de ayer y
estás vestido igual que ayer
le dije y
supimos que nos habíamos encontrado en 
el mismo piso
donde habíamos querido desencontrarnos
un día antes al ver nuestras caras de 
sorpresa al entrar en el ascensor que 
nos llevaba a destino y
 encerraba recuerdos en
una habitación contigua cuando
teníamos puesta la misma ropa que 
hoy
aunque antes de que nos la sacáramos por 
un rato pero
igual te saludé recién sin llorar ni chistar que
la vida sigue y 
yo quiero seguir sintiendo a pesar de
este presente de mierda, pero 
no-sé-vos.

lunes, 6 de mayo de 2013

Cosita tierna


¿Qué es la vagina, para vos? (Me pregunta Vero)

Sin poder contestarle empiezo a ordenar oraciones
que hasta parecen un chamuyo interesante
sobre huecos, agujeros y ausencias.
¿Qué voy a saber yo sobre la vagina
si nunca conocí su himen,
y me parece una palabra grotesca
siempre tan cerca de la horfandad?
La vagina es un estado de la mente,
es una consecuencia directa de mis actos,
una catástrofe cuando escribo.
(Vero es psicóloga y lo sabe.)
La vagina está encerrada y esculpe sus propios hábitos.
Me cuenta secretos y no me gusta escuchar lo que me dice
y por eso no le llevo el apunte.
A veces creo crecerme un pito y resulta que es el clítoris pequeño
que se agranda, se hace el vivo
cada vez que encuentra un contrincante Pene.
Se parecen, pero no son lo mismo, y ahí tengo que improvisar.
La vagina con su clítoris es como Aquiles y su talón,
mitad humano y mitad dios,
se sobrevive bien.
Tampoco es cuestión de llamarla por su nombre,
tal vez por lo que personifica y sostiene en su coherencia
se parezca más a un suicidio
un suicidio espantoso de todas mis certezas
y de todos mis deseos.
La vagina se me escapa de las manos -literalmente-
cada vez que se pone a llorar.
Yo la dejo, pobrecita,
la chichi, cosita tierna.
Algún día, tal vez se envuelva en sus propios dientes
y se le caigan,
puede que también otro día se muerda la lengua
y empiece a ser joven y linda como la imagino.

jueves, 2 de mayo de 2013

Confesión



Cuando descubrí que Sasha Grey tenía
apenas un año más que yo
pensé
¿qué estuve haciendo todo este tiempo con mi lengua
-española-?
Las mismas cosas, concluí:
estuve agregándole fluidez,
haciéndola más flexible y dinámica y amiga de sus labios,
escupiendo tus expresiones más espontáneas
pensando que esta lengua también 
podía erotizarte.

Ahora a mí podés gritarme:
"qué pedazo de poesía,
qué sabroso ese lenguaje."