a Peperina
y a Proserpina
Conversando con varias amigas
todas fanáticas de la literatura
todas estudiosas y algunas escritoras
otras más o menos peleadas con las hojas y con los escribientes
coincidimos en que las minitas de letras
tenemos la pulsión de analogar todo acontecimiento de nuestras vidas
con una majestuosa escena de novela sentimental.
Crecimos leyendo a las hermanas Bronte y odiamos como Catherine
a Heathcliff y lo amamos entredientes.
Queríamos que cada momento de cruzar la calle
fuera un episodio en cámara lenta
como una vuelta de página donde
en el renglón siguiente
la aventura de nuestras vidas se develara
con posar la vista sobre la hoja,
y la peripecia avanzara
sutil, desencadenante
de otras fantasías
que subseguirían
al delirio anterior.
Queríamos no casarnos pero sí que nos propongan matrimonio
antes de los 25 para no sentirnos fracasadas como Elizabeth Bennet
o no quedar embarazadas pero sí la tensión
de la ola de Virgina Woolf.
Cuando queremos, lo hacemos con la nostalgia de Alejandra
y soñamos con el mar como Alfonsina,
porque somos fanáticas del tánatos a full
tanto como de la pulsión de vida.
"A nosotras nos cagó la literatura"
me dijo una amiga.
Cuando nos vestimos combinamos los colores
como los trajecitos de Werther
porque quizás nuestro propio exterior sea también una experiencia estética
única e irrepetible
pero sin embargo queremos
que nos vean el interior (grawr) todo encorsetado
o con encaje
antes de que nos lleven a la cama
y que no nos digan que somos su putita
pero pensarlo, monologarlo, después escribirlo en verso
y tener la satisfacción de haber sido una putita novia de Maldoror
y queremos tener la tanga siempre linda, siempre lista,
el anotadorcito con flores en la cartera también siempre en blanco,
la cita del capítulo 7 de Rayuela en algún cuaderno de la infancia,
la novelita que queremos escribir pero que no escribimos,
la idea de vivir una aventura con el vecinito de enfrente,
con el primo de tu mejor amigo,
con el padre de tu mejor amiga,
la necesidad constante de combatirte en tus propios delirios,
y no es que no queramos a nadie o que no nos enamoremos en serio
o que nuestro cuerpo no responda cuando en vez de decir hacemos
un guiño o deslizamos el vestido por sobre la pierna
o escribimos un poemita en un blog.
La esquizofrenia diaria de todos los días,
es sana.
Las pibitas de letras estamos perdidas
en una nube de pedos,
pero queremos.
Siempre queremos.