Excusarás este balance histérico,
entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.
-Nunca me dijiste qué significa el arte para vos.
-Tampoco te hablé de Marxismo. Tal vez indirectamente, pero nunca lo cité.
-¿Hablás con citas?
-No sé, a veces pienso que le robo mucho a Borges, como él le robaba a los otros. Decía que no sabía nada, porque citaba todo el tiempo. Creo que por eso sabía mucho.
-Hoy yo te cité acá.
-Pero me citaste en otro sentido. Y si vamos al caso, yo te estoy citando a vos. Te estoy escribiendo.
-Te invité a este bar, a tomar el café que nunca tomamos.
-Bajo mi excusa de escribirte. No sé por qué lo hice, necesité ordenar el tiempo. Leer conversaciones del pasado y adentrarme en la nostalgia.
-¿No era que la nostalgia hacía trizas a las poetas?
-Sí, pero me ordena el mundo. Clasifico el pasado, me ubico en el presente, invento el futuro. Qué se yo. Funciona así.
-El futuro no existe todavía. No le creas a los Redondos.
-No pienso así. Es más bien como escribir cartas. Esos mensajes del presente que cuando los leés son en el futuro escrituras del pasado. Las cartas son atemporales, como este diálogo.
-Pero esta conversación es imaginaria. ¿Eso le quita el tiempo?
-No podría decirlo. Hoy pensé que sería una buena idea ordenarme.
-Pensás demasiado. Entonces me citaste vos. Si te digo que no quiero tomarme el café, ¿qué pasa?
-Cambia lo que tenía planeado escribir. O volvemos al momento en que nos vimos la primera vez. El café es el punto de fuga, la excusa, como hacerte hablar acá. Ya sabía que nunca íbamos a tomar café.
-Además ahora hace calor para café, aunque en los versos que pusiste al margen diga lo contrario. Preferiría una cerveza, en la mesa de al lado están tomando una Corona.
-Siempre me llamó la atención cómo te mimetizás con tu entorno. Tenés una necesidad de mirar a los costados y ser desde el costado. Recorrer los bordes y refregarte en esa superficie. Pertenecer deseando ser otro, en los otros, alguna vez lo quisiste hacer conmigo.
-Lo hice. Nos gastamos bastante, sacamos algunas chispas.
-Nos gustamos bastante también.
-Sí, sos linda mina. Aunque para vos "ser linda" no sea un valor, sos linda. No se me ocurre otra cosa para decirte.
-Puede que esa haya sido la primera limitación para vernos como éramos y no como queríamos. Chocamos, nos descascaramos y volvimos a desencontrarnos. ¿Te molesta que te haya traído acá?
-No, me gusta ver cómo escribís. Te dije que me gusta cómo escribías, también.
-Dijimos muchas cosas.
-Demasiado. Eso no me gusta tanto. Arruina la espontaneidad.
-Tal vez yo no sea espontánea.
-¿Cuánto tiempo tardaste en decidirte por escribir esto?
-Es raro que aún escribiéndote yo a vos te deje hacer esos chistes.
-Es que te gustaban mis chistes.
-Sí, pero igual me parece raro. Todo es un chiste.
-¿Una ironía, querés decir?
-No, un chiste. Una ironía es algo que se percibe desde afuera. Un chiste es algo elaborado, como la selección que hacías de cada escritor que me mandabas sabiendo que yo ya lo había leído, para ver si alguna vez te iba a contestar.
-Un chamuyo medio boludo, ya lo sé.
-Pero funcionó. ¿Tenés ganas de hablar? Hay un poema de Cortázar que dice algo así como "Hablen, tienen dos minutos", o tres, no lo recuerdo.
-¿Y qué decía?
-Tampoco me acuerdo bien, pero el yo poético parecía decirle cosas a alguien. No sé si realmente hablaron dos personas, al menos una voz era segura, la otra no lo sé.
-¿En este caso la voz oculta sería la mía?
-Tu voz nunca está oculta, tenés un tono muy marcado que estoy tratando de imitar.
-Entonces ya me convertiste en uno de esos personajes. Siento que en cualquier momento me mandás a la sala de espera donde te decía que sentía que estaba sentado junto a los boludos con los que saliste y te dijeron algo que no te gustó.
-Siempre me pareció graciosa esa imagen. Pero no como chiste, sino porque es muy acertada. En este caso sí sería algo irónico, porque a la sala de espera fuiste solito, y en este texto te invoqué yo.
-Sigue siendo parte de tu mundo.
-Claro, y necesito escribirlo.
-¿Para mandarme al diablo?
-Es raro. Cuando escribo desarmo a las personas, y me desarmo también. Y acá me esfuerzo por armar una conversación. ¿Ves esas rayitas de diálogo? También son guiones. Unen y separan. Delimitan espacios, turnos, voces. Y cuando las leo continuadas, puedo percibir alguna especie de esquizofrenia literaria.
-Decís que unen y separan. Puede ser, no lo sé. Para mí son líneas y veo tu esfuerzo por ordenarlas y meterme a mí adentro de algunas, aunque no me queda claro. Siento que las líneas las ponés vos entre medio como cuando dormíamos y te hacías a un lado.
-Es probable. También subrayan.
-¿Y las palabras, qué hacen?
-Recrean el tiempo, y lo borran. Tal vez lo estancan, si las escribo. O me ponen un límite.
-¿Cuál es tu límite?
-Tus preguntas.
-No le des más vueltas. Te pregunto cosas porque querés que te pregunte cosas, me trajiste para eso.
-Debe ser mi comodín. No íbamos a vernos más, pero nunca hablamos qué podría pasar si te escribía.
-No me molesta que me escribas. Me gusta que escribas, ya te lo dije no sé cuántas veces.
-Ya no lo siento así. No quiero escribir más.
-¿Y tu poemario?
-Algún día lo leerás.
-Me gustaría que si fuera a comprarlo, me lo dedicaras.
-¿Decís, con una frase pensada especialmente para ese libro?
-Con lo que te salga, me gustaría tenerlo.
-Sólo pondría "te quise".
-En pasado.
-Sí, para ir practicando, viste.
-¿Y estás practicando ahora?
-Sí, por eso te dije lo del café. Estuviste varios meses tratando de invitarme a tomar ese bendito café y yo estuve varios días viendo cómo podía decirte lo mismo pero a la inversa. De cuando no quería verte y de cuando quise verte. Y ahora que no nos vemos, el café tampoco lo vamos a tomar.
-El mozo debe estar puteando.
-Ya voy a pedir algo, cuando te vayas.
-¿Te vas a tomar el café sola?
-Claro, no me gustaría que pensaras que te traje para que nos tomemos un café en serio.
-Tenés razón, lo nuestro siempre fueron las birras y las habitaciones que hablan. Lindo fetiche.
-Siento que te gusta, que te hable así, como ficción. A mí me gusta inventarte.
-Te gusto cuando me inventás como me gustabas cuando te iba inventando. Fue un lindo momento, ese.
-Ahora es cuando nos convertimos en personas que filosofan acerca del arte y la creación.
-Nunca me respondiste qué pensabas sobre el arte.
-Es que no fue necesario. Todo lo que hicimos fue un gran ejemplo.
-¿Y ahora viene el remate?
-El remate no, no quiero re-matarte. En algún momento, sí, cuando me dio bronca. Cuando pensé que en vez de arte habías jugado conmigo algún juego infantil de querer a alguien. Me dijiste que eras como un nene chiquito persiguiendo mariposas con las manos y me pareció una estupidez. Ahora me parece una imagen tierna, y te veo corriendo por todas partes tratando de alcanzarla. Te gusta correr, sos feliz corriendo mariposas, cada tanto te bajás una y la guardás para pegarla en algún álbum, como si fuera una foto. No sé bien qué buscás con eso, pero es lo que hacés y está bien, es lindo.
-Vos te bajás tipos y en vez de meterlos en un álbum los traés a tu blog.
-Fue muy obvio lo de "bajar una", ¿no?
-No tanto, sólo quería parecer más inteligente por si esa llegara a ser mi última línea. ¿Ya sabés cuál va a ser?
-No tengo la menor idea. Creo que sé cuál va a ser la mía.
-¿Puedo decir que aunque cuando te corté me sentí un boludo no soy tan boludo como parezco?
-No sos boludo.
-Si no soy un boludo, para quedar bien y porque lo pienso, pero más para quedar bien, entonces te digo que siempre me gustó tu voz entre sensual y tierna. Y tu risa irónica. También podés agregar que quiero ser feliz, y amar apasionadamente, locamente, como hacés vos, que sos una loca linda. ¿Acá se termina?
-Tampoco podría saberlo. "Un texto no se termina, se deja". Y cuando dejamos de vernos, aprendí eso. Que en el amor pasa lo mismo.
1 comentario:
Qué bella sos, quappi con malla rosa.
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