sábado, 9 de febrero de 2013

Carta

Como sabés, nací en el conurbano y tengo síndrome de villa. Es raro pensarlo así, alguna parte de mi cuerpo reclama algo de esa procedencia cuando camino por las veredas de mi barrio y miro las casas del bajo como esperando que me cuenten historias que ya viví. Debe ser alguna especie de karma que sufro por haberme corrido del mandato de mi ciudad y suena a traición, lo sé. Temí muchas veces confundirme con mi gente pero ahora lo añoro, por eso los reclamo como míos.
Debe ser que me hice más grande y los recuerdos de la colonia de vacaciones me llevan a un barrio vecino, decían que también era contagioso, y hasta peligroso, y que no fuera. Pero mi papá me llevaba de la mano, y ahí tenía un par de amigos. Me metía a la pileta de natación y jugaba al quemado con los otros chicos. 
Hablaban distinto, pero yo también nací en este pueblo. Algo en mi personalidad lo hace evidente.
Por las madrugadas vuelvo los sábados cuando una de mis vecinas baldea su patio. Yo nunca la saludo. Pero otras veces me pasa que me da miedo caminar sola por las calles de la ciudad de Buenos Aires y me gustaría estar saludando a la vecina. Entonces la ciudad me seduce, y la pizza de Güerrín y los cafés por la calle Corrientes, pero también me altera. 
Por eso, cuando se hace de noche y escucho a los grillos, y solamente el ventilador de mi computadora me replica el sonido de mi voz cantando y esperando que nadie escuche, sé que me pongo pelotuda porque la contradicción me conmueve. Me miro desde afuera como si yo misma fuera un objeto y pienso que si ahora escucho Damas Gratis en una fiesta y bailo con mis amigos y soy feliz, es porque la primera vez que bailé esa canción fue con mis vecinos en un asalto, cuando hablaba con ellos y era todo parte de lo mismo y no me daba cuenta de nada, y me movía contenta. 
Con todo esto no quiero decir que mi vida haya tenido falencias. Mi infancia no tuvo dibujitos animados por cable, pero haberme trepado a los árboles para sacarle los nísperos tampoco me hizo mejor persona. Hay algo más que nos construye y le tengo tanto miedo a lo que soy que reafirmar de donde vengo seguro es mi otro yo que se cansó de comer panes desesperados. No creo que esto que te digo le pase o vaya pasar también a mis vecinos, ellos son otros. Es que la nostalgia cuando se atraviesa por una ventana que da a la calle, a estas horas, puede ser así de peligrosa. Además hoy Tigre le ganó a Estudiantes, y este sentirme parte, pucha, qué emoción tan grande, creo que me entendés.
Espero que esta carta no te haya aburrido, es que vos también escribís cartas cada tanto y hoy se me hizo necesario contarte esto.
PD: No hay posdata porque no me animo.