Que se lleven las penurias esos cuentos irritantes
Blasfemias de la noche en ciudades delirantes
Son historias que no sufren-que no lloran-que no cantan
Son histriones de la lluvia
¿no ves que el cielo cae?
Se padecen a ellas mismas
Las mujeres que ahí penan
Se refriegan con pañuelos
Que bordaron para él,
Se recuerdan enfrentadas,
Se recuerdan desahuciadas,
Se miran y se aman;
Son las viudas desalmadas.
Murió su dios, su amor y su locura
Murió su deseo de ser más viejas
Su anhelo sin certezas,
Cada una alma de musa.
Su pañuelo se refriega un llanto que es de él:
una dijo que había sido sanamente abandonada
Otra clamaba justicia y que se impartiera con sangre
La última rezaba que no muriera tan de golpe
Y con un punto final de tinta
Él les dijo adiós,
hasta siempre
corazones.
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