recuerdo cuando me encantaba salir
con chicos que me llevaban
del barrio fabril en el que había crecido
hacia los bares y recitales de moda
y conocía Palermo, Villa Crespo,
artistas, ilustradoras, cantautores,
tragos que en mi léxico
simplemente no eran Fernet con Coca
recuerdo cuando me mandaban sus canciones
en links a Vevo
sus dibujos en páginas que desconozco o no sé pronunciar
sus costumbres de amar siempre con estilo
mantener conversaciones dignas de la novela realista del siglo XIX
y despedirnos a la mañana con un café en Starbucks
comentando el cuento de Fogwill que nos había traído
a tal reunión
todos querían ser fotógrafos
todavía no se bien por qué
recuerdo cuando me seducían con videos raros
de entrevistas a poetas que me gustaban
con mitos de construcción erótica
y recitales de Lisandro Aristimuño
o de pez
o de cualquier bandita que se jacte de citar
a alguno de los autores que leí en la facultad
de filosofía y letras
recuerdo cuando nos encontrábamos y
tenían puesta la ropa con la que de día iba al trabajo:
chupín negro, remera de rock, camisa a cuadros
en cambio, yo, de noche
me disfrazaba de posfemme-fatale
algo de color rojo y con el cuidado de siempre
emprolijarme más recto el flequillo.
añoro, de esas épocas
la ingenuidad con la que conocía a las personas
que me gustaban
tengo una colección de amores millennials en los libros que escribo
porque yo también era para ellos el adorno prolijo
y necesario
para caminar por la avenida Scalabrini Ortiz
en azul y negro
y estoy segura
que debe haber también por ahí
miles de historias en dibujos o canciones
sobre mí, la poeta del conurbano
que viajaba en el 60 a Capital
para enamorarse
No hay comentarios:
Publicar un comentario