El olvido devino en soledad,
me reencuentro con mi reescritura
y paso mis momentos como una espectadora o turista extraviada.
Ya no queda ni un espacio de contención:
la soledad radica en la alteridad de la propia presencia.
Necesito salirme de mí misma
y verme conjugada en tiempo futuro para percibir un seguro
extrañamiento.
¡Pelotudo!
Un suspiro melancólico también puede resultarme ajeno.
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