No puedo hablar sin mediarme por el drama, ya lo
sé,
pero tampoco puedo salir a la calle sin ver
poesía en las veredas sucias
en los árboles tristes de otoño
en las viejas cansadas que van al trabajo
en los hombres explotados que escapan del
desastre.
Hace días que el semáforo nunca me encuentra en
verde
y tengo que pararme en la esquina a esperar un
ratito.
Llego a mi casa y nunca hay comida
y cuando voy a buscar algo para tomar
en la heladera, la botella que queda siempre está vacía.
Cuando llego a la facultad resulta que es
demasiado tarde
o demasiado temprano y estoy sola con mis
decisiones
y se pone peor porque voy a comprar mi chocolate
favorito
y el quiosco de enfrente está firmemente cerrado.
Hace días que miro al cielo y siento acercarse un
nubarrón gris y peligroso
(como vos)
y yo le tengo miedo al frío
y por estos días las temperaturas de la mañana no
superan los 5 grados,
y los noticieros me dicen que me cuide.
Agarro una novela al azar y es El club de la
pelea;
abro una página al azar y dice:
“En aquel momento la vida me parecía demasiado
completa y tal vez hubiera que romper con todo para sacar lo mejor de nosotros
mismos.”
En You Tube, la sugerencia para que escuche se
titula “Spectrum”
y una amiga recientemente me había dicho que
leyera “La educación sentimental”.
Salgo a la calle en chatitas y se larga a
llover desesperadamente.
Fin de semana largo y me resfrío.
Un amigo me recomienda una película. Es “Annie
Hall”.
Las personas me preguntan cómo estoy
y me quedo
pensando si estoy bien o si simplemente estoy o existo.
En terapia la hora se me pasa demasiado rápido
y cuando termina,
volviendo a mi casa me pregunto qué hubiera pasado si Freud
me hubiera conocido.
Me respondo que tal vez hubiera tenido sexo con
él
(como hice con vos).
Hace días que me pregunto si podemos ser
amigos,
si debemos ser amigos,
si tengo que levantarme e irme con sólo decir
adiós.
Me pongo a pensar en esto casi todas las
veces
y el mundo se vuelve el lugar más irracional del mundo.
Miro a la gente y la gente es solamente gente
porque nosotros pensamos que somos los únicos a los que nos atraviesan
las pasiones
y nos decimos “te quiero”, cada vez que nos
vemos
pensando que es la última vez que nos vemos,
como si fuéramos los únicos temerosos.
Nos miramos a los ojos y evitamos hacer
promesas inútiles,
creemos que las cosas efímeras son sólo efímeras para nosotros,
después nos besamos en la frente pensando
que somos
los únicos raros que nos damos besos en esas condiciones de
pobreza de espíritu
y yo creo que debe ser algún tipo de milagro,
porque después nos dormimos golpeados por nuestras propias
palabras,
a las que sobrevivimos cuando nos combatimos en el sexo
como si la muerte
fuera alguna posibilidad de vida;
al otro día nos contamos las noticias cotidianas de la mañana
y decimos que lo que tenemos no tiene nombre.
Pero nos olvidamos del azar,
porque hace días que el azar viene haciendo de
las suyas con nuestras vidas
y lo que sentimos no tiene ninguna explicación
ni es consecuencia de ninguna causa
porque mi deseo no es el deseo del Otro
ni siquiera tu afecto fue un crimen remotamente premeditado.
La culpa es del azar en un espacio y tiempo determinados.
El azar desafía toda lógica
y todo acontecimiento.
El azar es un director de cine posmo
y nuestra película se tendría que proyectar en el próximo Bafici.
El título sería
"Te quiero como a un bife de chorizo
pero no debo".