jueves, 20 de junio de 2013

Te quiero como a un bife de chorizo pero no debo





No puedo hablar sin mediarme por el drama, ya lo sé,
pero tampoco puedo salir a la calle sin ver poesía en las veredas sucias
en los árboles tristes de otoño
en las viejas cansadas que van al trabajo
en los hombres explotados que escapan del desastre.
Hace días que el semáforo nunca me encuentra en verde
y tengo que pararme en la esquina a esperar un ratito.
Llego a mi casa y nunca hay comida
y cuando voy a buscar algo para tomar
en la heladera, la botella que queda siempre está vacía.
Cuando llego a la facultad resulta que es demasiado tarde
o demasiado temprano y estoy sola con mis decisiones
y se pone peor porque voy a comprar mi chocolate favorito
y el quiosco de enfrente está firmemente cerrado.
Hace días que miro al cielo y siento acercarse un nubarrón gris y peligroso
(como vos)
y yo le tengo miedo al frío
y por estos días las temperaturas de la mañana no superan los 5 grados,
y los noticieros me dicen que me cuide.
Agarro una novela al azar y es El club de la pelea;
abro una página al azar y dice:
En aquel momento la vida me parecía demasiado completa y tal vez hubiera que romper con todo para sacar lo mejor de nosotros mismos.
En You Tube, la sugerencia para que escuche se titula “Spectrum”
y una amiga recientemente me había dicho que leyera “La educación sentimental”.
Salgo a la calle en chatitas y se larga a llover desesperadamente.
Fin de semana largo y me resfrío.
Un amigo me recomienda una película. Es “Annie Hall”.
Las personas me preguntan cómo estoy 
y me quedo pensando si estoy bien o si simplemente estoy o existo.
En terapia la hora se me pasa demasiado rápido y cuando termina, 
volviendo a mi casa me pregunto qué hubiera pasado si Freud me hubiera conocido.
Me respondo que tal vez hubiera tenido sexo con él
(como hice con vos).
Hace días que me pregunto si podemos ser amigos,
si debemos ser amigos,
si tengo que levantarme e irme con sólo decir adiós.
Me pongo a pensar en esto casi todas las veces
y el mundo se vuelve el lugar más irracional del mundo.
Miro a la gente y la gente es solamente gente
porque nosotros pensamos que somos los únicos a los que nos atraviesan las pasiones
y nos decimos “te quiero”, cada vez que nos vemos
pensando que es la última vez que nos vemos,
como si fuéramos los únicos temerosos.
Nos miramos a los ojos y evitamos hacer promesas inútiles,
creemos que las cosas efímeras son sólo efímeras para nosotros,
después nos besamos en la frente pensando
que somos  los únicos raros que nos damos besos en esas condiciones de pobreza de espíritu
y yo creo que debe ser algún tipo de milagro,
porque después nos dormimos golpeados por nuestras propias palabras,
a las que sobrevivimos cuando nos combatimos en el sexo 
como si la muerte fuera alguna posibilidad de vida;
al otro día nos contamos las noticias cotidianas de la mañana
y decimos que lo que tenemos no tiene nombre.

Pero nos olvidamos del azar,
porque hace días que el azar viene haciendo de las suyas con nuestras vidas
y lo que sentimos no tiene ninguna explicación
ni es consecuencia de ninguna causa
porque mi deseo no es el deseo del Otro
ni siquiera tu afecto fue un crimen remotamente premeditado.
La culpa es del azar en un espacio y tiempo determinados.
El azar desafía toda lógica
y todo acontecimiento.


El azar es un director de cine posmo
y nuestra película se tendría que proyectar en el próximo Bafici.
El título sería 
"Te quiero como a un bife de chorizo 

pero no debo".


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