domingo, 27 de mayo de 2012

Estas horas que pasan


Lloro a esta hora de la noche
porque es inevitable pensarte al menos una vez al día.
Lloro porque te suelto la mano cada día un poco
y porque sé
que de volver a verte no me voy a volver una sábana revuelta.
Qué lástima.
Lloro porque pasan los días y el mundo no sucumbió
ante el fracaso de nuestro fracaso
ante la miseria de nuestras miserias
ante la ausencia de nuestra mutua ausencia puta.
Lloro porque el tiempo pasa rápido
y porque los últimos tiempos fueron los más densos y pesados de toda la vida:
lloro porque así 
me acerco al mundo.

Lloro a estas horas de la noche, que pasan
porque tengo tus memorias pasadas de angustia
entre los papeles que me invitan al olvido
escritos con palabras entintadas con el dolor que me dejaste
perdido
desorientado entre las voces sucias que alguna vez descifraste conmigo.

Lloro porque en cada viaje está mi pulso contenido
en cada paso por la ruta que me lleva hasta tu casa
en cada foto que ya no veo
en cada triste imagen mía que vos nunca miraste.

Lloro a las dos de la tarde y a las diez de la noche,
y es irremediable
los párpados buscan encerrarte en silencio
y así vuelco los ojos a los libros que me esperan en mi biblioteca
para que vos te salves
y me digo que es inevitable
porque sé
que vos y yo ya no somos
sé que vos y yo nunca fuimos
y que también, aunque de tus ojos no se escapen
estas lástimas chiquitas que yo te digo
nunca quise que me vieras así de impenetrable
pero tampoco es te quiero de verdugo o de testigo.

Suspendida en el espacio por el rocío natural del cuerpo
un manto de lluvias dramáticas
que a cada gota van surcando tu nombre
como si lo tallaran en los plieges de la cara que me esconde
y que ruega a los santos del cielo
ecomendada a las horas que me devuelve la poesía
salvarme en el recuerdo de tus ojos,
te lloro como Girondo: a lágrima viva
para que si algún día me encuentran llorando
sepan que estos ojos
también
están llenos de vida.

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