sábado, 12 de mayo de 2012

Unheimlich


Si mis mejores versos son también los peores
es porque el desgarro que siento en el alma me retuerce las palabras
como si fuera un tornado que nunca vi en la vida.
Puedo pensar en el dolor, o en la suma de los dolores
que se aferran a mi vida para desgastarme o hacerme una broma atrás de otra
y para verme parada aún así, sin fuerzas,
caminando aún acá, sin piernas,
escribiendo aunque quisiera amputarme estas dos manos bobas.
No pensé que uno pudiera adicionar las tristezas
pero la suerte se encarga de demostrarme lo contrario
Y a una tristeza se le fue sumando otra
y otra
y otra.
Y otra más.
Porque esto no empezó en el momento en que me dejó por chat ese chico
ni cuando dejé de hablar con mi madre
ni cuando las incertidumbres estaban a la orden del día.

La tristeza es una acumulación constante,
funcional al sistema capitalista.

El problema es que con tu ausencia esas miserias dejaron de repartirse entre mis esfuerzos
para empezar a verse todas quietas y desorientadas,
sin resguardo,
sin espacio para consolarse.
En ese momento, en el que tengo que empezar a ordenar mi vida otra vez
cuando la anestesia de saberte conmigo me hacía olvidar del olvido mismo,
del mundo hostil que me acobija
del hogar horrible que me engendra
y de la persona terrible que escondo,
ahí, en ese borde fragmentario que siempre guarda la angustia para más tarde,
empecé a verte lejos
y todo lo que conocía se me volvió en contra.
Como anoche, o antes de ayer
cuando caminé por Puán y después por Directorio
donde esperé el 44.
Hacía frío,
miraba alrededor y no había nadie y mi cuerpo parecía partido a la mitad.
Lo esperé un rato largo, no venía. La gente se asomaba y empecé a acordarme de vos.
Los rostros de las parejas que se besaban atrás mío se reían como una fiel paradoja del desparramo que veían mis ojos pulverizados (como los de Alejandra)
porque esa calma que ellos tenían (los que se besaban atrás mío)
esa calma de abrazarse y disociarse en un solo acto
no es más la que el viernes pasado ostentaba yo.

Por eso, la tristeza no es tu culpa
o tu responsabilidad entera,
ni siquiera mi dolor es tu culpa.

La tristeza es una acumulación constante.

Lo que pasa es que simplemente cuesta más aceptarse a uno mismo
como un pobre triste engendro solitario.

1 comentario:

augusto enrrique dijo...

muy lindo, bellísimo, de lo mejor que leí en mucho tiempo