Te escribí tantos poemas como pudo soportar la poesía en sus
peores momentos
y también en de mayor intrascendencia.
Te escribí mensajes de texto correctivos y algún que otro
mensaje reparador
pensando que mi herida se sanaba de a cachitos
especulando que tendiéndote de la mano para no dejarte caer
tan de golpe
iba a ser una especie de paracaídas mío
cuando me soltaste con la otra mano y me dejaste desaparecer como si nada.
A mí la poesía me salva, pero ya no me soporta
¿por qué te hacés eso?
¿por qué me hago esto?
Una palabra se escucha más sensata con el tiempo
cuando se corre la sensación de recién levantados
más temible e infundada de recelos
cuando todo rima con un sonido que repiquetea como desazón
(y suena más idiota que verme frente a una hoja en blanco
acordándome de vos, una vez al día.)
¿qué pasó que no puedo dejar de escribirte?
Algo salió mal, algo nos hicimos,
es decir,
algo dejé hacerme;
me pegó mal
alguna canción que ya no me acuerdo
alguna canción que ya no me acuerdo
O una charla en la que yo tomaba un té
que vos no pagabas
que vos no pagabas
O una noche en la que dormíamos
porque no podías más.
porque no podías más.
Algo hubo
Que deconstruyó lo conocido y destruyó lo que tenías en tus manos,
en las que cabía mi frente de mirada seria y ojos duros,
que empezaron a verse plagados de llantos
porque algo quise hacer, algo hubo que quise hacer
¡Yo quería salvarte!
de vos, de mí
de todo lo que nos hacía sensibles
de todo lo que podía protegerte con mis manos
cuando te agarraba del cuello y te besaba
O cuando pensaba que podía reabastecerte y darle calma
a tu pensamiento tirano
de verte como adulto atormentado que,
da la casualidad,
es todo lo que yo podía ser con vos.
(Pero esto no lo cuentes)
Porque ya lo ves, yo quería salvarte
pensaba que si me querías
que si llegabas a verme como yo te quería
ibas a salvarte
porque así me salvaba yo,
y te decía: “no te salves”; no, no te salves vos,
yo quería salvarte, quería ser esa que te diera
todas las cosas que no te dio nadie
con la boca, con las manos, con el habla
con las palabras que me sobran cuando digo cosas
llenarte la boca de las palabras que a vos te faltan
quería salvarte, caberte, llenarte,
quería salvarte, caberte, llenarte,
quería verme como en un espejo
desafiando a mi pobre corazón de nena asustada
que quiere pan y no le dan.
Escuchá: late.
Late.
La respiración se aceleraba con el pulso,
Late.
La respiración se aceleraba con el pulso,
mi cuerpo fue una fundición de suspiros
y en nombre de la refundación de tu falo
yo te daba enamorado el mío; lo creaba
con pinturas y poemas
cada día, le construía andamios para que no se cayera
y vos
eras mi ejercicio plástico.
No te salves, te decía yo, y citaba al poeta.
No te salves. Y me decías
que ese poema te había regustado
pero no lo sé.
A mí me salva la poesía pero a vos ya no te salva nada,
por revolcarte en el orgullo
y tenderle puentes a la oscuridad
decir que está todo bien y que sos feliz
sí, que sos un tipo común y que sos feliz
aunque no se le note
una gota de sensibilidad a tu mirada.
Porque sos un niño que nunca dice nada.
Que prefiere el silencio al ruido.
Que se tapa los ojos con sus propias pestañas
pasa el tiempo y nada le extraña
tiene a la vida en frente suyo y la mira desde la platea
alta.
(No, me vas a decir que no, pero
¿no es esto lo que me dejaste a mí?)
Hoy me di cuenta
en un rapto de espontaneidad y locura
de que no hay palabras que suplanten el silencio
que supiste acumular con tu partida.
Hay una deuda que quedó perdida entre mis tickets
de pérdidas
(que son muchas)
porque me propuse darte todo y salvarte y
ya sé, una boludez total.
Es que a uno le pasa a veces que siente
que si quiere a alguien sin condición
esa persona también te querrá incondicionalmente
y no te va a dejar de garpe cortamambos
sin explicaciones.
A mí me costó entender la paradoja de que no podías y
esa fracesita sublime del "no estoy listo".
Otro caso fatal del "no sos vos, soy yo".
A vos te costó entender que a mí de nada me hacía
que ante mi propia muerte dramatizada
me pidieras perdón.
Porque a mí
la poesía me salva, pero ya no te soporta.
la poesía me salva, pero ya no te soporta.
Quizás también es tarde para decirlo
es que tampoco me dejaste mucha opción
así que cada último renglón
puede ser siempre
mi nuevo punto de partida.
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